domingo, 12 de mayo de 2019


El sillón mágico.

    Tenía trece años cuando este insólito hecho marcó mi vida. Era un sábado a la noche, alrededor de las 21:00. Cansada de todo el día, decidí ir a la casa de mi abuela, a quien no veía desde hace mucho tiempo. Me preparé, agarré mis cosas, comencé a sentir un extraño presentimiento, como si algo muy malo estuviera por ocurrir.
Llegué a lo de mi abuela. Apenas la vi, fui corriendo a abrazarla, realmente estaba muy

feliz. Ir a su casa era entretenido, siempre me contaba historias de su juventud o cosas interesantes. Mientras ella lo hacía, yo me sentaba en un viejo y ruidoso sillón, que hasta chillaba de los años que tenía.

Pero aquella noche fue distinta. Mi abuela me estaba

contando la historia de su casamiento hasta que logró que me quedara totalmente
dormida. En un momento, comencé a sentir un extraño cosquilleo, como si miles de hormigas estuvieran caminando sobre mi cuerpo. De repente, sentí una necesidad de levantarme inmediatamente. Cuando recuperé totalmente la vista, me llevé la sorpresa que estaba en una casa totalmente desconocida, tirada en el suelo.

Escuché una voz muy conocida, mientras la silueta de

una muchacha se acercaba hacia mí.
una gran sorpresa. ¡Era mi abuela! Con unos cincuenta años menos. Se la veía muy asustada, como si no me conociera.
-¡Abuela! ¿Por qué estás tan joven?- pregunté asombrada.
-Abuela? Quién eres tú?- dijo riendo, creyendo que

era una broma.
-Soy yo, Carmela!
-¿Carmela? Yo no conozco ninguna Carmela.
-Espera un segundo...me puedes decir la fecha?- pregunté,

ya entendiendo un poco lo que pasaba.
- Hoy es 3 de mayo.- respondió.
-Y el año?
-1953. Acaso no sabes el año en el que estamos?

Todavía no me daba cuenta si era un sueño, pero

parecía muy real. No sabía de qué manera me había transportado a esa época,
pero tenía una idea de cómo podía volver. Se me ocurrió que con ese mismo
sillón, podría regresar.

-No sé quién eres, ni cómo llegaste a mi casa, me estás asustando…- dijo
mi abuela.

En ese momento me di cuenta de que cualquier cosa que le dijera, nunca  entendería lo que me había pasado, ni que era su propia nieta. Era algo ilógico que ni siquiera yo podía creer.
-No quise asustarte, solo estoy perdida. Trato de encontrar un antiguo

sillón que pertenece a mi familia. Desapareció de mi casa y no podemos
encontrarlo por ningún lado, estamos desesperados. – mentí.
-Bueno, puedo ayudarte si quieres. Pero deja de meterte en casas ajenas,

no está bien.- me respondió un tanto enojada.
Le conté cómo era, absolutamente todos sus detalles.
-Sé perfectamente cuál es. Mi familia y yo lo vendimos hace mucho tiempo,

pero nos pertenecía. ¿Cómo es que dices que era de tu familia?
-Em..no lo sé, me habré confundido..- dije nerviosa.

Juntas, comenzamos a investigar dónde podría estar. Lo habían vendido

hace ya mucho tiempo, pero yo no iba a perder mi esperanza.
-Al primer lugar al que lo vendimos fue al hogar de una anciana.

Podríamos ir a visitarla para ver si lo sigue teniendo, si quieres.
-Sí, sería genial.- dije un poco aliviada.


Mientras caminábamos, reflexioné un poco. Mi abuela

era una persona muy generosa, no cualquiera ayudaría a una desconocida. La
miraba y no podía parar de pensar en las ganas que tenía de abrazarla, de
contarle absolutamente todo. Pero el único resultado de eso habría sido un completo
desastre. Ella nunca creería que era su nieta.
Continuamos caminando. Al llegar a la casa de la

anciana, tocamos la puerta. Nos abrió un tanto enojada, sin entender quiénes
éramos.
-¡Martha! ¿Cómo estás?- dijo mi abuela.
-¿Quién eres tú?- dijo la anciana.
-¡Ana! ¿Ya te olvidaste de mí?- preguntó.
-¡Ana! Cuanto tiempo sin verte, pasa.

Entramos las dos a su casa, mientras con la vista

buscaba el tan esperado sillón. Lamentablemente, no lo encontraba. Hasta que decidí preguntarle. Me respondió que se lo había regalado a su hija y nos pasó su
rápidamente, no sabía cuánto tiempo más podría aguantar en aquella época.
dirección. La mujer insistía en que nos quedaramos pero yo quería irme
Llegamos a la casa de Rosa, la hija de Martha. Nos

hizo pasar. El sillón estaba ahí, en la entrada de la casa, como si hubiera
estado esperándonos. Nunca estuve tan feliz de ver ese horrible sillón. Le
preguntamos si podíamos llevarlo a nuestro hogar, que era muy importante para
nosotras.
-Llévenselo, ya ni siquiera lo utilizo, está muy viejo- dijo Rosa.

Lo llevamos a la casa de mi abuela y me senté en él. Pero había algo que no funcionaba. Seguía en el mismo lugar, intentaba dormirme en diferentes posiciones, pero nada servía, algo faltaba pero no se me ocurría qué. Cuando pensé en lo que había ocurrido esa noche, me di cuenta de que necesitaba una historia de mi abuela. Cada vez me quedaba menos tiempo y eso me desesperaba. Rápidamente fui a pedirle a mi abuela que me contara una historia con la excusa de que no me podía dormir. Ella con gusto accedió, siempre había sido una gran narradora. Estaba escuchando con atención cuando finalmente logré quedarme dormida.

Al despertarme, estaba por fin en mi época, en lo de

mi abuela. Pensé que no iba a funcionar y que me quedaría en otra dimensión para
siempre, no podía creerlo. Cuando reconocí a mi abuela, fui a darle un fuerte
abrazo a para recordarle lo mucho que la amaba.

FIN.