El secuestro inesperado
Un día como cualquiera, Juana había
salido de compras. Siempre dejaba su auto en el mismo estacionamiento, pero esta
vez, fue diferente. Estacionó tranquilamente y se fue. Pero al volver, no vio personas
por ningún lado. Juana, un poco nerviosa, empezó a buscar sus llaves. De la
nada, un auto frenó rápidamente y ella se sobresaltó. Se bajó un hombre muy
alto y musculoso. Juana trató de caminar más rápido, pero no pudo. El hombre
comenzó a perseguirla hasta que llegó hasta una calle sin salida y consiguió
agarrarla. Ella trató de gritar para que la ayudaran, pero el hombre la metió
rápidamente en el baúl de su auto.
Después de un rato,
varias personas comenzaron a salir a la calle. Todos habían escuchado los
gritos de Juana, pero nadie sabía en dónde se encontraba. Comenzaron a
sospechar de dos hombres que habían estado cuidando los autos las últimas
horas. Eran dos hombres de baja estatura, con cabello claro. Ambos se veían un
poco asustados después de lo sucedido. Entonces, la gente decidió llamar a la
policía. Pero la policía no supo resolver el crimen, entonces ese fue el
momento en el que me llamaron a mí, Carla.
Empecé a suponer
distintas teorías sobre el crimen, por ejemplo, cómo había sucedido y en dónde se encontraba Juana ahora. La
policía y todas las personas que andaban por la zona, me preguntaban
continuamente cómo lo iba a resolver.
-Déjenmelo a mí. Ya
he visto las cámaras de seguridad, esto se trata de un secuestro- Les dije
tranquilamente y me fui persiguiendo los
rastros que había dejado el auto en la calle.
Mientras tanto, la
policía custodiaba a los dos hombres que al principio eran sospechosos, para
tratar de sacar datos del crimen. Pero esto resultó inútil ya que los únicos
datos que lograron obtener fueron los gritos de Juana, que resultan ser
inútiles para la resolución del crimen.
Mientras seguía el
rastro, empezó a sonar en mi celular un número desconocido, lo atendí pensando
que podía ser alguien del trabajo que me ayudara con el crimen. Pero al
contestar, escuché una voz de una joven desesperada y asustada. Era Juana. Le
dije que tratara de tranquilizarse y describirme el lugar en el que estaba.
-Me metieron en un
auto, en la parte trasera. Puedo escuchar ruidos que vienen de la calle.- dijo
muy nerviosa.
-Respira lentamente. ¿Cómo
conseguiste comunicarte conmigo?- pregunté.
-Encontré un celular
viejo entre unas bolsas que hay a mi lado.-
-Escúchame Juana,
necesito que te calmes y me ayudes. Tienes que tratar de abrir esas bolsas.-
-No puedo ver nada,
está todo muy oscuro.-
-Entonces usa tus
manos. Muévelas para tocar las bolsas y abrirlas a la fuerza.-
-Está bien.- dijo un
poco más tranquila, y comenzó a moverse.
Juana encontró las
bolsas y comenzó a abrirlas como pudo.
-¿Encontraste algo
adentro?- pregunté intrigada.
-Sí, hay unas cosas
muy pequeñas, creo que son clavos.-
-Bien. Hay algunos
autos en los que se ven las luces traseras desde dentro. Trata de buscarlas.-
-Las encontré, son
unas luces rojas.- aclaró.
-Bueno, ahora lo
único que tienes que hacer es tratar de romperlas para tirar la bolsa de
clavos. Eso va a dejar un rastro y así te podré encontrar. Llamaré a la policía
para que busque el rastro de clavos por todas las calles posibles.
Juana comenzó a
patear las luces traseras con todas sus fuerzas, hasta que logró romper una de
ellas. Una vez hecho esto, agarro la bolsa y dejó caer todos los clavos que
había dentro. Lamentablemente, mientras hacía esto, se le cayó a la calle el
celular que estaba usando para hablar conmigo. Entonces la llamada se cortó.
Yo me asusté y
comencé a llamar a la policía para ver si habían encontrado algún rastro que
pudiera ayudarme a encontrar a Juana. Me atendieron y dijeron que habían
mandado varios autos a encargarse del tema. Después de un rato, volvieron a
llamarme para avisarme que habían encontrado el rastro de los clavos, pero no
el auto.
-Traten de buscar en
las cámaras de seguridad de la zona algún dato útil.- les dije. Después de un
rato, lograron encontrar una grabación de una calle en la que se captaba cómo
un auto iba dejando un largo rastro de clavos. No se podía ver mucho la cara
del hombre que conducía, pero sí su matrícula: AA23AA. Con esto pude saber que
era un auto Honda. Me dirigí hacia allí para buscar los últimos compradores de
un auto de este tipo, pero no pude encontrar nada. Solo había tres personas que
lo habían comprado, y las tres eran mujeres. Entonces decidí ir a visitarlas
para saber si tenían algún dato importante. Una me contó que su auto había sido
robado en un cine de la ciudad que era muy conocido, así que decidí ver si
encontraba algo, ya que el auto había sido robado hacia muy poco tiempo.
-¿Cuál es la
ubicación del cine?- le pregunté con curiosidad.
-Se encuentra en el
centro de Quilmes, se llama Showcase- me contestó.
Me dirigí hacia allí
y pregunté por las cámaras de seguridad, y resultó ser así. En una cámara se
había visto cómo un señor claramente robaba un auto. Era alto y musculoso.
-Esta persona me
resulta familiar- afirmé con certeza.
Busqué en la
base de datos a algún criminal con esa descripción, y efectivamente, había
alguien. Pablo Gómez era su nombre. Ya había estado encerrado por haber
secuestrado a su profesora de facultad.
Después de un rato,
me llego una llamada de un número desconocido. Era Pablo. –“Si no me dan
500.000 dólares, voy a asesinar a Juana.”- dijo claramente, y cortó la llamada.
En ese momento
acordamos la ubicación del intercambio entre Juana y el dinero, iba a ser en el
cine Village a las dos en punto de la tarde.
El
momento había llegado. Ya estábamos los dos enfrentados, para ver quién bajaba
primero del auto. Cinco minutos después, él bajó con Juana delante de sí mismo
sabiendo que no le dispararíamos. Luego bajé yo, preocupada y asustada por Juana
y por el temor de no saber qué le había hecho o le podría hacer.
Finalmente,
en un descuido del secuestrador, Juana se tiró al piso y yo me abalancé sobre
él. En un gran forcejeo por el arma logré sacarla y tirarla al piso. En ese
entonces, me dirigí directamente hacia él y lo tomé de la espalda mientras que
Juana se levantaba y lograba derribarlo. Pablo Gómez finalmente fue
encerrado de por vida por intento de asesinato y secuestro. Mientras
tanto, Juana volvió a su casa sabiendo que si quisiera ir a comprar devuelta,
tendría que hacerlo de día.